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Colombia

Es sana, por el futuro del país, la férrea actitud del Gobierno frente a los hechos que se están sucediendo en la explotación de carbón desarrollada por la Drummond, y sobre la cual existen serias inquietudes.

Lunes 20 de Enero de 2014.- Es sana porque, aunque la decisión aparentemente llegó tarde, es positivo que quede claro que el desarrollo minero debe ser respetuoso del ordenamiento legal y del cumplimiento de la normas ambientales. No es concebible un desarrollo minero que no sea sostenible, y menos que haga oídos sordos de las prescripciones y cuidados que se necesitan para que no hagamos con nuestra riqueza minera una extracción “desaforada”. Nuestros recursos únicos deben ser preservados.

Es positivo que tengamos más cuidado en la explotación y la exploración, y que endurezcamos las exigencias para que nuestros ríos y playas no sufran por la contaminación derivada de procedimientos inapropiados en el desarrollo minero y de hidrocarburos.

Triste por el país que la ministra exprese que “estábamos acostumbrados a que aquí no se cumplía la ley en lo ambiental”. Y más cuando el “aquí” se refiere a Colombia. Digo que triste por cuanto eso significa que los anteriores ministerios de Ambiente y entidades relacionadas, incluso aquellas encargadas de ejercer justicia e inspección, aparentemente poco o nada hicieron. A menos que la expresión sea exagerada. Si no es una exageración, se merece una investigación detallada de los órganos de control, porque la expresión pone en entredicho lo que creíamos se había logrado en el tema medioambiental y debe haber unos responsables que tienen que decirle algo a la justicia.

Dicho lo anterior, estas medidas y expresiones no nos pueden llevar al extremo con trario. Aquel en que nuestras riquezas naturales se convierten en una maldición o carga y en el que no reconocemos que sabiamente explotadas pueden ser fuentes importantísimas de desarrollo. De ninguna manera podemos poner el desarrollo minero y de hidrocarburos como un enemigo del crecimiento, por cuanto esto lo único que demostraría sería nuestra propia incapacidad para lograr minería sostenible.

En el mundo hay ejemplos exitosos en Noruega, Canadá, Chile, Australia y muchos más, en donde se diseñaron esquemas que lograron que esa riqueza bien aprovechada se convirtiera en fuente de ingresos para financiar gasto social y lograr igualdad de oportunidades.

Entenderlo es reconocer que no podemos caer en un “fundamentalismo ambiental” que impide todo y que lleve a actores sociales, a ONG a convertirse en “francotiradores ambientales” que, como la ministra de Ambiente señala, ya existen en Colombia y han logrado “frenar por frenar” proyectos de desarrollo empresarial minero sostenibles. Para no ir muy lejos, la forma como se desarrolló la consulta pública en Piedras (Tolima) y la sola redacción de la misma (una pregunta que inducía a una posible y única respuesta) dejó ver un extremismo que poco contribuye a un desarrollo equilibrado.

El riesgo es que, de no administrarse este modelo de minería sostenible, les demos fuerza a proyectos de minería ilegal (en cabeza de grupos terroristas al margen de la ley) que terminen abusando de nuestro patrimonio ambiental.

Naturalmente, como lo expresó el Banco Mundial en un foro internacional titulado Local Content Policies in the Oil, Gas and Mining Sector o el mismo Joseph Stiglitz, esto requiere de toda una estrategia de preparación institucional y de política local para lograrlo. Este es el reto que tenemos.

La invitación es a que seamos inteligentes al aprovechar lo que es hoy (juntando hidrocarburos y minería) casi el 75% de exportaciones, 60% de inversión extranjera directa, unos 300.000 empleos directos y casi 8% del PIB, y hagamos de la crisis de hoy una oportunidad de mañana.

Elespectador.com / Opinión

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