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Internacional

Una propuesta del gobierno australiano expone una rica veta de discordia con la industria de la minería.

8 de Junio de 2010.- La minería, como lo reconocerían tanto las empresas de este rubro en Australia y el gobierno, es la gallina de los huevos de oro. Pero ambos campos tienen puntos de vista sumamente divergentes del nuevo impuesto que el gobierno propuso para esa actividad: el tributo es una operación inocente de recolección de huevos o un malvado asesino de la gallina. Éste, llamado Resource Super­Profits Tax (RSPT), se impondría a partir de 2012 a las ganancias de la minería por sobre un índice "normal" de retorno (que se define como el rendimiento de los bonos de gobierno en 10 años, actualmente bajo el 6%), en la rígida tasa del 40%.

Después que se dieron a conocer los detalles del propuesto tributo hace un mes, se dice que el mandamás de al menos una enorme empresa minera global quedó lívido. Mick Davis, jefe ejecutivo de Xstrata, se refirió al impuesto como "el mayor asalto contra la industria minera que he visto". Tom Albanese, de Rio Tinto, también entregó su parecer, calificando a Australia como su riesgo soberano "número uno", por delante de varios países que no se destacan por su estabilidad, entre éstos Guinea y Mongolia.

Wayne Swan, ministro de Hacienda de Australia, respondió el ataque. Sostiene que las mineras han cosechado enormes ganancias con la venta del suelo mismo de Australia a China, pero no están pagando al pueblo australiano su cuota en impuestos. Incluso peor, las mineras crearon una economía de dos velocidades partida con la "enfermedad holandesa". Señala que la campaña de las mineras contra el impuesto es "fundamentalmente deshonesta", puesto que utiliza números "histéricos" para el propósito de una tergiversación "masiva" y "deplorable". Igualmente, el ministro las increpa por acumular un tesoro de guerra de relaciones públicas de US$ 84 millones; una indicación, según él, de la determinación de ellas de distorsionar las intenciones nobles del gobierno.

Está apareciendo una extensa serie de números sobre el RSPT, de los cuales pocos se han debatido. Cuando se dio a conocer el impuesto Swan, aseguró que las compañías mineras sólo pagan el 13 al 17% de sus ganancias en impuestos. Las mineras rápidamente señalaron que esta cifra se sacó de un estudio académico preliminar de la Universidad de Carolina del Norte, el que comparó sólo los impuestos corporativos, mientras que olvidó los royalties , los impuestos a la planilla de sueldos y salarios y cosas por el estilo. El Tesoro de Australia se desquitó con sus propios cálculos apresurados, los que casualmente también llegaron a una cifra del 17%.

Los gigantes mineros no niegan que han ganado generosamente con los altos precios de los productos básicos, pero sí discuten esa cifra. BHP Billiton señala que pagó una tasa impositiva general del 43% durante los últimos años; Rio Tinto precisa que la suya ha promediado más del 35% durante la última década. Un análisis de Citigroup respalda estas afirmaciones. El banco calcula que las mineras han pagado casi el 35%, lo que incluye los royalties , durante los últimos cinco años, lo que implica que la industria es una de las que han sido más fuertemente gravadas en Australia. Las mineras aseguran que el RSPT podría hacer subir las tasas a casi el 60%, lo que haría de los impuestos mineros del país los más opresivos del mundo.

Por supuesto que el gobierno está en desacuerdo, señalando las fuertes franquicias tributarias de las cuales ya disfrutan las mineras. Manifiesta que a medida que las ganancias se han multiplicado, la parte que les corresponde pagar en impuestos se ha desplomado. Igualmente, acusa a la industria minera de torcer la economía local. Las altas tasas de interés necesarias para contener el auge minero, precisa, han fortalecido la moneda, perjudicando a otras exportaciones.

El gobierno pretende utilizar parte de los ingresos del RSPT para financiar una reducción de un par de puntos de porcentaje en el impuesto a la corporación general, en un esfuerzo por dar un impulso a otras empresas australianas y así volver a balancear la economía.

Las compañías mineras dicen que la llamada distorsión es en realidad una fortaleza. Éstas apuntan a un informe de Deloitte que señala que la minería ayudó a proteger al país de la recesión el año pasado, cuando se contrajeron las economías de una mayoría de países desarrollados. Insisten en que el impuesto hará mella enormemente en la inversión futura. Eso gracias no sólo al aumento en la tasa misma, aseguran, sino también a su aplicación a las minas existentes, lo cual pondrá nerviosos a inversionistas por posibles cambios al régimen tributario. Xstrata postergó indefinidamente el gasto planeado de 6.600 millones de dólares australianos el 3 de junio; otras firmas manifiestan que están reduciendo la inversión y revisando los proyectos.

Con elecciones dentro de un año, el gobierno sin duda calculó que buscando pelea con las mineras, a las que describe como extranjeros codiciosos que sacan con sifón los recursos por una miseria, tendría un buen efecto en el electorado. Puede haber juzgado mal tanto la furia de las mineras como la intranquilidad de los votantes. La opinión pública está dividida en partes iguales sobre el impuesto, aun cuando parte de las ganancias será para los fondos de pensiones.

Con el fin de contar con el respaldo público, el gobierno encargó una serie de avisos televisivos cuya difusión partirá el 6 de junio. Para financiar éstos se vio obligado a declarar una "emergencia nacional" para evitar las reglas sobre el uso de fondos públicos para publicidad política. Estima que la alta calidad de sus depósitos minerales y su reputación por la estabilidad deja a las mineras con pocas opciones excepto quedarse quietas.

El gobierno dice que las mineras han cosechado ganancias con la venta del suelo mismo de Australia a Chine, pero no están pagando al pueblo australiano su cuota en impuestos (Economía & Negocios)

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