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Chile

14 de Octubre de 2010.- La vigilia fue larga en el hospital de Copiapó la madrugada del miércoles. Los preparativos fueron intensos para recibir uno a uno a los mineros que iban siendo rescatados desde el yacimiento San José, anticipando alguna situación crítica de salud, por los más de dos meses que estuvieron bajo tierra.

Sin embargo, la euforia y el buen estado físico que demostró Mario Sepúlveda, el segundo hombre en ser rescatado por la cápsula Fénix 2, anticipó que el escenario sería más positivo.

Hasta ayer por la noche, la mayoría de los mineros había demostrado que su situación física no había sido afectada en forma significativa bajo tierra. Por este motivo, el alta de casi 10 de ellos podría adelantarse para la tarde de hoy.

"Tengo que reconocer con humildad que los mineros se encuentran en un estado de salud más que satisfactorio", dijo por la tarde el ministro de Salud, Jaime Mañalich.

Los primeros en llegar al recinto fueron Florencio Avalos y Mario Sepúlveda. Este último ingresó en silla de ruedas, a las 4.45, saludando al pasar: "¡Estoy bien! gracias por todo", decía.

Fue internado junto a Avalos en la Unidad de Cuidados Especiales del tercer piso, hasta donde después llegarían otros 13 trabajadores. Todos ellos, sostuvieron los médicos, requerían de "observación más intensiva".

El resto fue hospitalizado en el segundo piso, en piezas dobles con baño privado. Entre ellos estuvieron Juan Illanes, Osman Araya, Claudio Yáñez y el boliviano Carlos Mamani.

"Están bien, mejor de lo que esperábamos", afirmó el subdirector médico del recinto, Jorge Montes.

En todas las piezas se dispuso de un sistema de black out negro que daba una luz tenue de entre 30 y 40 lux. Allí fueron tratados por cuatro médicos internistas.

La positiva evaluación inicial de estos últimos pacientes, quienes además mostraron un gran apetito, derivó en que, tras una ronda de exámenes, se considerara que los mineros en el segundo nivel podrían adelantar su alta para la tarde de hoy.

Esto, pese a que inicialmente se había programado que deberían estar un mínimo de 48 horas bajo evaluación médica en régimen internado.

"Hay que evaluar caso a caso, pero es probable que algunos mineros puedan por lo tanto lograr su salida (...) en la tarde", anunció Mañalich.

No obstante, otros tienen razones médicas para esperar: cirugías extensas para remover piezas dentales y evitar infecciones, son algunas de las razones. Dos de ellos, incluso, tendrán que pasar por anestesia completa en sus intervenciones.

Otro que tendría que estar internado como mínimo hasta el lunes es Mario Gómez, quien sufre un cuadro de neumonía desde antes de llegar a la superficie.

Según el titular de Salud, el descenso incial de dos rescatistas a la mina fue para que uno se enfocara sólo en resguardar su integridad al subirlo. Una de las medidas adoptadas para él fue que su ascenso se realizara con una máscara especial para cubrirle todo el rostro y permitir así un mayor aporte de oxígeno.

En el examen oftalmológico, las noticias fueron positivas. El jefe de servicio, Luis Salinas, dijo que ninguno presenta lesiones oculares, sino ligeras "irritaciones" y pueden sacarse los anteojos ultravioleta. Sobre Carlos Mamani, el único minero extranjero, el ministro dijo que está en condiciones de ser dado de alta, pero decidió quedarse en el país, pese a la oferta del gobierno boliviano de regresar.

Familiares

Las horas iniciales en el hospital también significaron las primeras visitas para los trabajadores. Cerca de las siete de la mañana llegaron desde Cochabamba cuatro de los 10 hermanos de Carlos Mamani. También lo hicieron, desde Vallenar, dos hermanas de Darío Segovia. A las 11.00 comenzó el horario de visita oficial, que se extendió hasta las 13.00. Algunos reclamaron por lo breve de este lapso, pero la mayoría comentó que los mineros se veían de buen humor y que habían dejado de usar los anteojos.

El ministro Mañalich explicó que los trabajadores aprovecharon ayer estas horas para recordar, en un entorno seguro, "los primeros días, y todo lo que vivieron para tratar de sobrevivir, y tratar de organizarse a partir del 5 de agosto. Lo relataban con lágrimas en los ojos", recalcó.

Para los otros pacientes del hospital y sus cercanos, la historia ­sin embargo­, fue otra. Decenas reclamaron porque tardaron hasta el doble de lo usual en ser atendidos debido a los controles policiales, lo que a muchos obligó a dirigirse al Sapu.

Rosy Escobar se lamentaba: "tengo ocho meses y medio de embarazo y he tenido que pasar tres controles de policía. Y en un trámite (revisión médica) que demoraba 20 minutos, hoy me demoré 40" (La Tercera).

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